Debo admitir que soy un seguidor de deporte en general, me encanta el soccer, el futbol americano, atletismo, baloncesto, beisbol, natación y hockey sobre hielo, y admiro mucho esta noble labor de entretenimiento.
Tengo leves recuerdo de los deportes a finales de los 80, por ahí las series mundiales entre atléticos de Oakland y rojos de Cincinnati, los torneos de futbol local, aquella Eurocopa que ganó Holanda en 1988 y el mundial de Italia 90, entre otras, pero si tengo claro muy claro que siempre me gustaron los deportes y junto a mi hermano mirábamos los domingos por la noche un programa de resúmenes deportivos de una televisora mexicana.
Lo que me resulta gracioso es que siempre esperábamos el spot final, que trataba de “Lo chusco”, que eran videos de jugadas o situaciones graciosas que junto a Oscar mirábamos, reíamos y disfrutábamos. Hoy muuuchos años después de eso seguimos disfrutando y sufriendo en los deportes, ambos seguimos al Real España y al Real Madrid, admiramos el buen deporte y aunque ahora la circunstancias de la vida nos distancian (el vive en Minneapolis) cuando conversamos, siempre alguna platica deportiva surge.
Además de eso, creo que nos hemos corregido en no esperar al final de un programa deportivo para ver “Lo chusco”. Si me encanta reírme, y mi percepción es que Dios tiene un buen sentido del humor, debemos reírnos y disfrutar mucho de la vida y de la noble tarea de Hacer iglesia.
Pero aquellos recuerdos de dos hermanos viendo televisión a las 8 o 9 de la noche un domingo, me hacen reflexionar en que a veces la gente que se congrega disfruta más de “Lo chusco” y no de lo importante. La mayoría de iglesias locales tienen buenos tiempos de alabanza y adoración, un tiempo de mensaje y algunas actividades culturales (dramas, videos, actos cívicos, etc.), y hay una parte estrictamente social que es divertida también.
Esa salida de la iglesia cuando conversamos, hacemos bromas, planificamos salidas a comer o al cine, etc. Se trata de una parte social que inevitablemente sucederá, pero que lastimosamente carcome la esencia de la iglesia (el mensaje salvador de Cristo). Aclaro que esa acción de club social no es precisamente mala, solo cuando el chisme (comentarios de cosas que no “compartimos”) es parte de la conversación, pero al desenfocarse la iglesia de su labor designada, es justo revisar y señalar que males nos han llevado a esto, para encontrar respuestas.
El problema es no darnos cuenta en realidad de cuál es la razón por la que debemos congregarnos, si tú te congregas es para crecer en tu comunión con Dios junto con otros hermanos, para aprender más sobre cómo ser como Cristo, para seguir viviendo como Dios quiere evangelizando y haciendo discipulado. Y si en el proceso uno hace amigos (como en efecto ocurre) y comparte es muy bonito.
Pero cuando el hacer amigos, conocer chavos o chavas, buscar contactos profesionales, o simplemente visitar un club, se vuelve el principal móvil para congregarnos, estamos esperando que llegue “Lo chusco”, que llegue el final del resumen noticioso semanal para disfrutar los minutos finales. Es una actitud como la de mis estudiantes cuando suena el timbre de final de clases, se acaba la razón por la que fueron a clases, pero ellos celebran.
¿Cómo es posible? Que prefiramos compartir chistes con los amigos más que compartir un tiempo con el mejor de los amigos, que disfrutemos mas de platicas y conversaciones cómicas antes que disfrutar un tiempo de oración y ministración. Conste que no es extraño ver gente en las congregaciones precisados por esta parte social más que por la visión de iglesia y de cómo podemos predicar el evangelio a mayor cantidad de personas.
Es como la caricatura en que el personaje pelaba un banano, tiraba la fruta y se comía la concha, o tan “chusco” como desenvolver un regalo y botar el artículo y solo disfrutar el papel para envolver. ¿A qué se debe esto? No a que la concha sea más sabrosa, ni a una cuestión sentimental hacia el papel regalo.
Se debe a que no enseñamos como se debe, es posible que alguien que lleva 2 años o más congregándose ya haya escuchado bastante de la palabra y no esté sirviendo, puede ser que la forma de presentar la predicación sea más aburrida que ver el pasto crecer, existe la posibilidad que la calidad en que se desarrolla el programa sea peor que los efectos visuales de las películas latinas de los años 50 (vistas hoy en día), a que tenemos un listado de restricciones y nada de testimonio vívido de lo que es ser como Cristo.
Si la iglesia presenta asuntos tan vitales como los que estamos llamados a hacer, no podemos darnos el lujo de ser mediocres adjudicando después la desmotivación de la congregación a la lucha espiritual, precisamente porque sí hay lucha espiritual debemos usar las armas celestiales de la mejor manera, debemos orar y ser diligentes, y no permitir que la gente se congregue solo porque a la salida verán a sus amigos o jugaran futbol.
El programa debe ser de calidad, debemos ejecutar música de calidad, debemos predicar transmitiendo lo que Dios dice para la iglesia y no solo para llenar el espacio, debemos atender al necesitado, escuchar al que quiere hablar, ministrar, bendecir, discipular y evangelizar, en resumen la Iglesia necesita comportarse como Iglesia.
Mi hermano y yo seguimos viendo deportes y resúmenes deportivos, pero disfrutamos de lo esencial, maduramos y ya no estamos esperando “lo chusco”, volviendo a la plática sobre las cosas de Dios, no podemos sólo disfrutar de “lo chusco”, mientras el glorioso creador de todo tiene algo que decirnos. Hagamos Iglesia HOY.