En el centro del grandioso continente Americano se encuentre uno de los países más bellos de todos, Honduras, y justo al centro del mismo está su bella ciudad capital, Tegucigalpa, yo crecí en una colonia al norte de la ciudad llamada Cerro grande zona 4, un bonito y fresco lugar.
El punto es que si alguien vivió en la cerro grande de finales de los 80 y principios de los 90 tuvo que hacer una o varias de las siguientes actividades:
- Jugar potra (futbol en la calle) con porterías marcadas por piedras y áreas pintadas con ladrillo anaranjado en el suelo.
- Jugar baloncesto 2 contra 2 en un aro solitario en alguna esquina.
- Montar bicicleta por las irregulares calles, sobre todo en las pendientes y zona de tierra (donde actualmente se encuentra la residencial el mirador)
Varias veces he relatado un hecho que sucedió cuando ejecutaba la acción del inciso c. Resulta que uno de mis amigos de infancia (Luis Fernando Mendoza) y yo andábamos una tarde cualquiera en bicicleta, subiendo y bajando cuestas, entrando en calles de tierra, etc. No recuerdo exactamente porque pero sí recuerdo a Luis discutiendo con una tortillera y su hermano un tortillerito
En la cerro grande acostumbraban a llegar esas señoras o jovencitas con una paila de plástico llena de tortillas envueltas en mantas y pasaban por las distintas calles vendiéndolas de manera ambulante, nunca faltaba el famoso grito “Quiere Tooooooooooorrrrrrrtillas”. Eso es parte de las leyendas hondureñas, como sea es cierto que Luis discutió con una de ellas, y minutos después subimos una cuesta, con la diferencia que yo utilicé la BMX no. 16 y el usó la “montañesa” No. 20 de mi hermano y luego bajamos la cuesta.
Como 2 cuadras después de la cuesta, está la calle principal de la colonia y como todo ciclista normal, disminuí la velocidad para frenar y evitar accidentes, inexplicablemente sentí un choque justo en la llanta de atrás de mi “bici” y segundos después estaba en medio de calle con parte de mi bicicleta encima de mí, Luis también estaba tirado con la “montañesa” sobre él, de repente un carro frenó fuertemente, alguien gritó, Don Rafa el vecino de la esquina salió y nos amenazó con decirle a nuestras madres lo que había sucedido, etc.
Fue todo un show, y toda mi furia se volcó hacia mi amigo, pero no pude ejecutar ninguna acción porque un chichote enorme y casi con rostro salía de su frente, después del gracioso y doloroso evento levantamos nuestras bicicletas y terminamos el trayecto a nuestra casa caminando con la cabeza mirando hacia el suelo, llevando las “bicis”, al llegar a la casa, hice la pregunta obvia, ¿Porqué no frenaste? Y luego ¿porqué no me esquivaste? A lo que contestó diciendo: “La tortillera con la que alegué me tiro una pedrada y perdí el control, por eso tengo este chichote”.
Esa misma frase se repitió a nuestros hermanos mayores y amigos, y fue así como cerca de 10 jóvenes montando bicicletas andaban rondando toda la zona 4 de cerro grande persiguiendo a la tortillera malvada cuya acción despiadada nos hizo caer en la calle y hacer el ridículo.
Total después de varios minutos de búsqueda nunca encontramos a la tortillera, un par de días después Luis confesó que la tortillera nunca le lanzó la piedra, pero me vio tan molesto que tuvo que inventar algo para justificarse, como sea por primera vez en esa semana tuve lástima por la tortillera y siempre imaginé que habríamos hecho si la hubiésemos encontrado.
Cambio brusco de conversación. Es claro que la palabra nos manda a evangelizar (Marcos 16:5) y simplemente no lo hacemos olvidando otro pasaje igualmente importante, y al que sabe hacer lo bueno, y no lo hace, le es pecado. Santiago 4:17.
Creo que los cristianos a veces somos como aquel grupo de muchachos persiguiendo la tortillera, invertimos recursos y esfuerzos en una gran cantidad de actividades “evangelísticas” o en reuniones para “entretener” a cristianos, pero la esencia del evangelismos y discipulado está en preguntas y respuestas sencillas y sinceras, que se encuentran en oraciones y platicas casuales.
Donde he visto crecer más a los discípulos es en pláticas amistosas, es cuando la convivencia y al confianza les lleva a poder orar y preguntar esas profundas verdades bíblicas, y no precisamente en aquellas extensas reuniones impersonales que organizamos (un grupo de jóvenes ciclistas persiguiendo a la tortillera inocente).
La sinceridad que Luis tuvo hace ya varios años, aunque fue una reacción tardía valió la pena, hoy debemos ser sinceros con nosotros mismos, es mucho más que 3 días los que la iglesia lleva persiguiendo tortilleras (justificándonos y no siendo sinceros), en vez de platicar y demostrar genuina amistad hacia sus miembros y al evangelizar.
En la amistad nace la confianza, y es ahí donde Dios nos quiere, en amistad, Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos. Juan 15:13. La iglesia debe ser amistosa, y en la amistad se pierden los protocolos, lo que se conserva es lo genuino lo que realmente vale la pena, y un amor y aprecio sincero.
Dios nos ama y es sincero con nosotros (basta con leer su palabra), nosotros debemos seguir su ejemplo (1 Pedro 2:21), si quieres ser un miembro productivo de su Iglesia te invito a que dejemos de perseguir a la tortillera que de hecho no es la culpable, y mejor fortalezcamos la amistad con Dios y con las almas.
Aunque suene rayada la frase: Que bonito mensaje Tavo :)
ResponderEliminarhey gustavoo que increible!!! tenes mucha razon!! buen mensaje
ResponderEliminarexcelente profe, me encanta!!
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